Aprender desde un punto de vista emocional y transgeneracional implica, entre otras cosas, reescribir una historia construida por nuestras “malas” decisiones, así como por las de nuestros ancestros.

Coloco malas entrecomillada por cuanto realmente no existe tal cosa como una mala decisión, si tomamos en cuenta que cada una de ellas fue la mejor opción que tuvimos, vistas las informaciones, el sistema de creencias, los patrones de pensamiento, los intereses, las pulsiones, los talentos y las circunstancias presentes en cada momento.

En tal sentido la frase “el error nunca se equivoca”, acentúa el potencial de aprendizaje presente en cada situación que confrontamos. Nuestros antepasados no solo hicieron posible nuestra vida, sino que junto a ella nos transmitieron un legado, la dotaron de un cierto contenido que puede que no hayamos sabido interpretar, lo cual ha traído como consecuencia una serie de contrariedades y sufrimientos en apariencia fortuitos, de los que es posible liberarse.

Los códigos ocultos representados por las fechas de nacimiento y fallecimiento de los miembros de nuestro sistema familiar contienen claves para comprender la naturaleza de ese legado. Algo que un terapeuta sensible y debidamente entrenado puede ayudar a descifrar y guiarnos para reconocer, aceptar, honrar y transmutar el condicionamiento resultante de los patrones heredados.

No obstante, el trabajo de “reescribir” esa historia es nuestro, animados por nuestros
ideales y por el deseo de despertar y desarrollarnos.