Como humanidad estamos viviendo un momento complicado pero apasionante. En Gaia la vida, tal como la conocemos hasta ahora, se está retorciendo y quedando patas arriba y dentro de poco el mundo será diferente y nuevo. Las personas también pareceremos otras, igual que las ciudades, los países, los continentes y el planeta. El ámbito de la técnica y de la ciencia se está preparado para abrirse como una flor y ofrecer novedades extraordinarias a través de la tecnología futurista que está a punto de aparecer, con propuestas mágicas para todas las áreas de la vida humana.
Al mismo tiempo, también vivimos una época de cambios trascendentales en la que el ser humano, sin dejar de ser quien es, empieza a comprender y asumir elementos de sí mismo que siempre se pensó que únicamente estaban al alcance de unos cuantos elegidos y no al común de los mortales.
Experimentamos el proceso de descubrir y aceptar que cada uno de nosotros es un individuo potente y polifacético, dotado de muchas más capacidades de las que ordinariamente se le reconocen, entre las que se encuentran la de autosanarse y trascender el mundo material y físico. Para ello es preciso reconectarse con el principio autosanador que está dentro de nosotros.
Somos el fruto de miles de generaciones que han trabajado y colaborado en este proyecto de evolución de la vida sobre la Tierra. Las aportaciones de cada uno de ellos han contribuido a que muchos seres que habitan este pequeño y sagrado planeta busquen ansiosamente el modo de despertar y conectarse con sus niveles más sutiles de conciencia con el objetivo de alcanzar esa parte de sí mismos que les aporte la clave para vivir la vida de otro modo.En un momento de despertar colectivo como el actual nos damos cuenta de que es de suma importancia que nuestros cuerpos inferiores −el cuerpo físico, el mental y el emocional− se ordenen, equilibren, limpien y desintoxiquen, para alcanzar una frecuencia vibratoria más alta y un mayor grado de coherencia entre ellos. Los bloqueos de cualquier índole se traducen en síntomas o enfermedades a medio o largo plazo, si el nivel de conciencia es bajo. Si es alto, el plazo de sanación se acorta hasta resultar casi inmediato.
¿Para qué suceden las cosas de esta esta manera?
Para guiarnos, orientarnos y darnos la oportunidad de hallar el camino correcto. Ése que nos va a ir aproximando a nuestra conciencia más elevada y a la posibilidad de dirigir nuestro propio proceso de sanación.
Por lo tanto, cualquier emoción negativa que permanezca bloqueada en nosotros, ya sea porque nos negamos a re- conocerla o porque no somos conscientes de su presencia, se transformará con el paso del tiempo en un síntoma o en una enfermedad que afectará a nuestro cuerpo, a nuestra psique o a nuestra mente.
Ahora bien, es importante tener en cuenta que esos blo- queos no se producen únicamente a causa de los shocks vividos en el curso de nuestra vida ordinaria. Un número importante de ellos forman parte de la herencia genética recibida de nuestros ancestros, rescoldos de acontecimientos impactantes que alguien perteneciente a alguna de las cuatro o cinco últimas generaciones tuvo que afrontar y que quedan automáticamente inscritos en el Campo de Información propio de nuestro linaje, y pasarán al nuestro particular si proceden nuestro ancestro raíz.
Otra parte son el fruto de la intensidad de las experiencias de nuestros padres mientras permanecimos en el vientre materno y hasta los tres años de vida, además de las propias como individuos autónomos después de esa edad. Y, por último, otros proceden de circunstancias vitales más antiguas y alejadas en el tiempo que las anteriores que hemos olvidado completamente; las llamadas «vidas pasadas» o “vivencias ancestrales”.
Todos nosotros elegimos un linaje -aunque nuestra elección no sea fruto de una decisión consciente sino consecuencia de la resonancia de un campo vibratorio- para experimentar esta dimensión material. En él que se van a dar las condiciones óptimas que necesitamos para llevar a cabo nuestro aprendizaje, por más que a veces pueda no parecer así. En los Sistemas Familiares las nuevas generaciones son el relevo. Cada individuo va a representar, literalmente, a alguno de sus ancestros –o a varios− con el fin de continuar y perfeccionar lo ejecutado hasta ese momento.
En ocasiones, en la historia del representado no se observan contratiempos ni acontecimientos desdichados, en cuyo caso podemos deducir que la carga vital es ligera. Es más, si alguien que debió recibir honores, éxito o dinero por una tarea bien ejecutada quedó desamparado en su tiempo de vida, puede ser el descendiente quien los reciba (por eso a veces los que lo rodean pueden pensar que es injusto, si esa persona no ha demostrado suficientes méritos, parece no esforzarse e incluso manifiesta desinterés o desgana).
Hablamos entonces de «buena suerte» pero, en realidad, no se trata de eso. Ocurre que está recibiendo el justo pago de una deuda de la que su sistema era acreedor. Pero cuando observamos una vida dura, llena de contratiempos y sufrimientos, en la que se han transgredido las leyes naturales de la ética y se ha afectado gravemente a otros seres humanos, las cosas son de otro modo. La ley que se aplica a rajatabla, de forma automática e igual para todos, es la del «ojo por ojo y diente por diente». Y es muy posible que el saldo deudor no fuese cargado con todo su peso por quien lo causó, sino que una parte o la totalidad, con los intereses correspondientes, recaerá sobre los descendientes.
El mayor lastre de nuestras cargas lo causan los dramas, las muertes no naturales de los seres que amamos o los fallecimientos demasiado tempranos –inasumibles−, los abortos, suicidios, asesinatos, homicidios, accidentes, traiciones, ruinas, robos, abandonos, incestos, violaciones y abusos de todo tipo. Es decir, todo menoscabo grave en la vida, la hacienda o el ser, ya sea el de los demás como en el propio.
Las consecuencias son mucho más graves cuando las acciones torcidas afectan a otras criaturas o se intentan ocultar y mantener en secreto, pretendiendo engañar a la gran alma que rige el sistema familiar. Es un esfuerzo